viernes, 19 de junio de 2009

CONSEJOS DE UN DISCÍPULO DE BOLAÑO A UN FANÁTICO DE GABO



1. Todo lo que empieza como escritura acaba como crack.

Las literaturas latinoamericanas, eran así, una secta rígida donde el perdón era difícil de conseguir. ¿Cómo hacer callar a los epígonos? (Para escapar a veces es preciso cambiar de lengua). Tengo la impresión de que en los últimos veinte años, desde mediados de los setenta hasta principios de los noventa y por supuesto durante la nefasta década de los ochenta, este deseo es algo presente en algunos escritores latinoamericanos y que expresa básicamente no una ambición literaria sino un estado espiritual de camino clausurado. Hemos llegado al final del camino (en calidad de lectores, y esto es necesario recalcarlo) y ante nosotros (en calidad de escritores) se abre un abismo.

No me siento heredero del boom de ninguna manera. Aunque me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del boom, aunque hay escritores muy buenos, que releo a menudo, como Cortázar o Bioy. El boom, al principio, como suele suceder en casi todo, fue muy bueno, muy estimulante, pero la herencia del boom da miedo. Por ejemplo, ¿quiénes son los herederos oficiales de García Márquez?, pues Isabel Allende, Laura Restrepo, Luis Sepúlveda y algún otro. A mí García Márquez cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones. ¿Y quiénes son los herederos oficiales de Fuentes? ¿Y de Vargas Llosa?

Los escritores del crack vuelven a asumir riesgos. No escriben fácil, no hacen la literatura epigonal, que era lo que se llevaba hasta ahora. Durante veinte años, desde finales del 70 hasta principios del 90, la literatura que se hacía era como el bagazo del realismo mágico. Nunca nada original. Nunca nada que asumiera riesgos. La década del 80, que fue nefasta para Latinoamérica, creó una tipología que no sólo se expandió en el ámbito literario, sino básicamente en el ámbito profesional, cuyo lema era ganar dinero, tener éxito, todo con un rechazo absoluto al fracaso y un acriticismo por encima de todo. Y los escritores adoptaron más o menos ese modelo como propio. Entonces aparecen escritores en los que no hay nada. O son malos copistas del realismo mágico, como la mexicana Laura Esquivel, o son pésimos escritores entre comillas juveniles, como Alberto Fuguet, o son escritores que toman temas históricos de una forma nefasta. Hay una escritura muy mala en Latinoamérica, una escritura que por un lado abusa del tipismo, del folclorismo, y que se intenta vender al extranjero como mercadería exótica.


2. Todo lo que empieza como escritura acaba como exilio

La patria de un escritor es su lengua. Por eso maldecimos la mala hora que decidimos ser escritores….pues este es un oficio solitario. Para el escritor su única patria es su biblioteca que puede estar en estanterías o dentro de su memoria

Toda literatura lleva en sí el exilio, lo mismo da que el escritor haya tenido que largarse a los veinte años o que nunca se haya movido de su casa. Existe el inmigrante, el nómade, el viajero, el sonámbulo, pero no el exiliado, puesto que todos los escritores, por el solo hecho de asomarse a la literatura lo son, y todos los lectores, ante el solo hecho de abrir un libro, también lo son.

Muchas pueden ser las patrias, se me ocurre ahora, pero uno solo el pasaporte, y ese pasaporte evidentemente es la calidad de la escritura.

En el mejor de los casos el exilio es una opción literaria. Similar a la opción de la escritura. Nadie te obliga a escribir. El escritor entra voluntariamente a ese laberinto, por múltiples razones, claro esta, pero no entra forzado, en última instancia entra tan forzado como un político en la política o como un abogado en el colegio de abogados.

3. Todo lo que empieza como escritura acaba indefectiblemente con influencia de Borges.

Cuando Borges se muere…se acaba, sobre todo, el reino del equilibrio. La inteligencia apolínea deja su lugar a la desesperación dionisiaca. El sueño, un sueño muchas veces hipócrita, falso, acomodaticio, cobarde, se convierte en pesadilla, una pesadilla muchas veces honesta, leal, valiente, que actúa sin red de protección, pero pesadilla al fin al cabo, y, lo que es peor, literariamente pesadillesca, literariamente suicida, literariamente callejón sin salida. En este sentido me puedo afirmar que soy una rata apolínea.

Un clásico, en su acepción más generalizada, es aquel escritor o aquel texto que no sólo contiene múltiples lecturas, sino que se adentra por territorios hasta entonces desconocidos y que de alguna manera enriquece (es decir, alumbra) el árbol de la literatura y allana el camino para los que vendrán después. Clásico es aquel que sabe interpretar y saber reordenar el canon. Normalmente su lectura, según los bobitos, no es considerada urgente. También hay otros clásicos cuya principal virtud, cuya elegancia y vigencia, está simbolizada por la bomba de relojería, una bomba que no sólo recorre peligrosamente su tiempo sino que es capaz de proyectarse hacia el futuro.

Decir que estoy en deuda permanente con la obra de Borges y Cortázar es una obviedad. Creo que mi novela tiene casi tantas lecturas como voces hay en ella. Se puede leer como una agonía. También se puede leer como un juego.
Jorge Luis Borges es el centro del canon de Latinoamérica.

4. Todo lo que empieza como escritura acaba como abismo.


Escribir es peligroso. Si la literatura no es peligro no es nada. Una escritura de calidad no significa escribir bien, porque eso lo puede hacer cualquiera ¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber básicamente que la literatura es un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro las caras que uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere, y los libros, y los amigos, y la comida. Y aceptar esa evidencia aunque a veces nos pese más que la losa que cubre los restos de todos los escritores muertos. La literatura, como diría una folklórica andaluz, es un peligro.
Los chilenos acuden a los talleres literarios con la misma disposición mental con que algunos neoyorquinos acuden al psicoanalista. No están desesperados, pero casi. No están serenos del todo, pero casi. No son funambulistas, pero a la hora de caerse al abismo sin fondo, ese abismo que cada día parece más al latinoamericano, consiguen mantenerse en un equilibrio precario que tiene algo de profundamente miserable, pero también tiene algo heroico.

También hay que recordar que en la literatura siempre se pierde, pero que la diferencia, estriba en perder de pie, con los ojos abiertos, y no arrodillado en un rincón rezándole a San Judas Tadeo y dando diente con diente.

La literatura, supongo que ya ha quedado claro, no tiene nada que ver con premios nacionales sino más bien con una extraña lluvia de sangre, sudor, semen y lágrimas. Sobre todo con sudor y lágrimas.

Qué pérdida de tiempo la del narrador que intenta hacer pasar gato por liebre, cuando lo que un escritor de verdad debe hacer es atrapar dragones y disfrazarlos de liebres. Doy por descontado que en literatura un gato nunca es un gato, como dejó claro de una vez y para siempre Lewis Carroll.

Aparentemente, no hay salidas. Como escritores hemos llegado literalmente a un precipicio. No se ve forma de cruzar, pero hay que cruzarlo y ese es nuestro trabajo, encontrar la manera de cruzarlo. Evidentemente en este punto la tradición de los padres (y de algunos abuelos) no sirve para nada, al contrario, se convierte en un lastre. Si no queremos despeñarnos en el precipicio, hay que inventar, hay que ser audaces, cosa que tampoco garantiza nada.

Para mí la literatura no sólo es una elección estética, sino también una apuesta ética. Yo no intento conciliar a la izquierda con la derecha. Para mí la literatura traspasa el espacio de la página llena de letras y frases y se instala en el territorio del riesgo, yo diría del riesgo permanente. La literatura se instala en el territorio de las colisiones y los desastres, en aquello que Pascal llamaba, si mal no recuerdo, el paréntesis, que es la existencia de cada individuo, rodeado de nada antes del principio y después del final.

Hay una clase de personas que necesitan participar en lo que llamamos arte, pero que están negadas para cualquier acto de valor y para acceder al arte lo primero que se necesita, incluso antes que talento, es valor.

5. Todo lo que empieza como escritura termina como respetabilidad

La nueva literatura latinoamericana viene del miedo. Viene del horrible (y en cierta forma comprensible) miedo a trabajar en una oficina o vendiendo baratijas en el Paseo Ahumada. Viene del deseo de respetabilidad, qué solo encubre el miedo.

Los escritores actuales no son ya, como bien hiciera notar Pere Gimferrer, señoritos dispuestos a fulminar la respetabilidad social ni mucho menos un atajo de inadaptados sino gente salida de la clase media y del proletariado dispuesta a escalar el Everest de la respetabilidad, deseosa de respetabilidad. Son rubios y morenos hijos del pueblo de Madrid, son gente de clase media baja que espera terminar sus días en la clase media alta. No rechazan la respetabilidad. La buscan desesperadamente. Para llegar a ella tienen que transpirar mucho. Firmar libros, sonreír, viajar a lugares desconocidos, sonreír, hacer de payaso en los programas del corazón, sonreír mucho, sobre todo no morder la mano que les da de comer, asistir a ferias de libros y contestar de buen talante las preguntas más cretinas, sonreír en las peores situaciones, poner cara de inteligentes, controlar el crecimiento demográfico, dar siempre las gracias. No es de extrañar que de golpe se sientan cansados. La lucha por la respetabilidad es agotadora. Pero los nuevos escritores tuvieron y algunos aún tienen (y Dios se los conserve por muchos años) padres que se agotaron y gastaron por un simple jornal de obrero y por lo tanto saben, los nuevos escritores, que hay cosas muchos más agotadoras que sonreír incesantemente y decirle sí al poder.

Para mi Lemebel es uno de los mejores escritores de chile y el mejor poeta de mi generación, aunque no escriba poesía. Lemebel es de los pocos que no buscan la respetabilidad (esa respetabilidad por la que los escritores chilenos pierden el culo) sino la libertad.
¿Quién es Gabriel García Márquez para mí? Un hombre encantado de haber conocido a tantos presidentes y arzobispos.
¿Quién es Mario Vargas Llosa para mi? lo mismo, pero más pulido.


6. Todo lo que empieza como escritura acaba como disciplina

¿Qué hace un político en la cárcel? ¿Qué hace un abogado en el hospital? Cualquier cosa, menos trabajar ¿Qué hace en cambio, un escritor en la cárcel y en el hospital? Trabaja. En ocasiones, incluso, trabaja mucho. El escritor trabaja donde esté incluso cuando duerme, algo que no ocurre con los otros oficios. Los actores, se puede aducir, siempre trabajan, pero no es lo mismo: el escritor, escribe y tiene conciencia de escribir, mientras que el actor, en una situación límite, sólo aúlla. Los policías siempre son policías, pero tampoco es lo mismo, una cosa es ser y otra trabajar. El escritor es y trabaja en cualquier situación. El político solo es. Lo mismo se puede aplicar al asesino profesional, al militar, al banquero. Las putas, tal vez, sean las que más se acercan al oficio de la literatura.

Disciplina y un cierto encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Y delimitar las horas de trabajo. Por las mañanas escribir, por las tardes corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer el disimulo, el encanto dúctil.

Nunca necesité mucho para vivir, sólo una mesa, un ordenador y libros.

Todos mis textos me los planteo como escritos donde prima el argumento y están ceñidos con una disciplina de hierro. Porque de lo contrario no hubiera podido escribir. A mí lo único que me interesa en el momento de escribir es hacerlo con una mínima decencia, que no me avergüence al cabo de un tiempo de lo que he escrito, no lanzar palabras al vacío.

Me resulta muy fácil escribir, pero luego reviso muchísimo. Lo peor de todo es que siempre quedo con la sensación de que lo he hecho mal. Parece que es algo que les sucede a todos los escritores.
Mi última novela tiene más de mil páginas. Escribir algo tan largo, cansa. Trabajar cansa, como dijo Pavese. Y yo me canso, además, con una facilidad pasmosa. Pero este es mi trabajo y tengo que seguir.
Lo natural es leer y no escribir; el placer (y la sabiduría) están en la lectura, jamás en la escritura.

7. Todo lo que empieza como escritura acaba indefectiblemente como el misterio de la poesía.

Yo más bien era un poeta que se atemorizaba frente a la narrativa. Y lo primero que escribí fue poesía. Yo Creo que vengo de la poesía. No me parezco ni a César Aira, ni a Rey Rosas, ni a Juan Villoro, ni a Javier Marías, ni a Vila Matas -que es uno de los buenos-. Ninguno de los que he nombrado es escritor de poesía. Yo básicamente soy poeta. Empecé como poeta. Casi siempre he creído, y aún sigo creyéndolo, que escribir prosa es de un mal gusto bestial. Y lo digo en serio.

En algún sentido creo que escribir prosa es volver a las labores de mi abuelo analfabeto. Es mucho más difícil la poesía. Las escenografías que te proporciona la poesía son de una pureza y de una desolación muy grande. Cuando juntas pureza y desolación el escenario se agranda automáticamente hasta el infinito y lo lógico es que tú desaparezcas en ese escenario y, sin embargo, no desapareces. Te haces infinitamente pequeño pero no desapareces.


8. Todo lo que empieza como escritura acaba como sobrevivencia

No creo en el triunfo. Nadie, con dos dedos de frente, puede creer en eso. Creo en el tiempo. Eso es algo tangible, aunque no se sabe si real o no, pero el triunfo, no, de ninguna manera. En el campo de los triunfadores uno puede encontrar a los seres más miserables de la tierra y hasta allí yo no he llegado ni me veo con estómago para llegar.

Yo participaba en todo tipo de concursos literarios para ganar dinero. Por lo tanto enviaba mis poemas y mis dos únicas novelas a cuanto concurso se ponía a tiro. Todos terminaron ganando algún premio y algunos más de dos (con títulos distintos, por cierto). Digamos que fue una actividad alimenticia. Escribí un cuento sobre este asunto, «Sensini», que aparece en «Llamadas telefónicas», en donde ponía punto final a esta etapa, que fue básicamente melancólica pero que también tuvo momentos de gran expectación que luego no he vuelto a vivir, pese a ganar algunos premios de los llamados importantes, tanto en España como en Latinoamérica


9. Todo lo que empieza como escritura acaba como enfermedad

De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiera aguantar más.


10. Todo lo que empieza como escritura acaba como un responso en el vacío.

LOS DETECTIVES SALVAJES, ROBERTO BOLAÑO

Es una maldición no leer los detectives salvajes. No hay un círculo en mi vida social en el que alguien no se atreva a comentarlo. En las entrevistas a escritores de los últimos cinco años publicadas en cualquier revista cultural, siempre aparece el apellido Bolaño acompañado de la palabra detectives. “¿Qué si ya lo leíste?” No, “si me quedo en una isla desierta elegiría el libro de Bolaño” “¿En serio?” “Si de nuevo hubiera un diluvio universal salvaría los detectives salvajes en el arca de Noé” “¿Qué?” Empecé a leerlo porque una presión social e intelectual me lo ordenaba, un afán de no parecer desactualizado en mis lecturas de escritores latinoamericanos que en realidad, estaban fijadas en el llamado boom y descreían de cualquier posible literatura posterior.

Lo primero que me sucedió como lector fue encontrarme con un insípido relato en primera persona de un tal poeta García Madero que quería pertenecer un grupo poético llamado los Real Visceralistas, dicho poeta era un onanista de miedo que se masturbaba leyendo el poema “el vampiro” y las mujeres más lindas se morían por hacerle un guagüis (dícese palabra mexicana para indicar felaciones). Me reí por ratos, si. Me aburrí por momentos, también. Me decía “qué es lo que tiene este libro para que hagan tanta bulla”. En la página cien me desesperé. No me encontré con nada detectivesco, no muertos, no persecuciones, no intrigas. Eso si, una farra permanente, marihuana Acapulco Sunrise a la lata. Un día se me perdió el separador que tenía la página en que había quedado mi lectura, un día se me olvido que lo estaba leyendo, un día ya no me importó estar a la moda.

Años después, le volví a dar otra oportunidad. Así que volví a meterme con él. Me di cuenta que no había visto el índice. Allí se indicaba que la pesadilla de ver el mundo a través de un sexómano poeta adolescente terminaba en la página ciento treinta. Me animé a volver a cogerlo. Un poco fatigado llegue al final de la primera parte que se titula “Mexicanos perdidos en México”. Pase la puerta que llega a la segunda titulada “Los detectives salvajes”. Y sucedió el encanto. Recibí el frío en la medula de la columna vertebral que solo siento cuando descubro un libro encantador.

El relato lineal que ocurre entre Octubre de 1975 a Enero de 1976 se bifurca en veintiún narradores, regados por África, Europa, Centroamérica, sur America y Norteamérica a lo largo de veinte años. Me di cuenta que Los detectives salvajes trata sobre el recorrido que realizan los poetas Ulises Lima y Arturo Belano, sin mayor merito que el de huir de un incidente que sucedió en México a comienzo de 1976. Convirtiéndose ambos en unos Rimbaud desterrados ya no en Abisinia sino en todo el mundo. Son poetas que después de escribir decidieron convertir el acto poético en una postura de vida. Esta segunda parte es una polifonía de cuchicheos, murmullos, voces que a manera de espejos, nos van mostrando quienes fueron los poetas. Se nos cuenta entonces el comienzo del movimiento Visce realistas y su decadencia a finales de 1996. Ninguno de los poetas escribió mayor cosa. No fueron tenidos en cuenta por ninguna vanguardia. El poema más representativo para el movimiento fue hecho con imágenes y perteneció a Cesárea Tinarejo.

La tercera parte del libro Los Desiertos de Sonora, en que se narra como en enero y febrero del año 1976, los poetas en compañía de García Madero y Lupe emprenden el viaje en el camero huyendo del padrote de Lupe para encontrarse con Cesárea Tinarejo. En realidad no hay un propósito claro en el viaje, aparte del mismo viajar.

El libro nos ofrece una sensación de mundo globalizado, un mundo sin frontera, en el que acudimos al retrato de subjetividades en fuga que son captadas por los reflejos de más de veintiún narradores ubicados en diferentes espacios y tiempos. Convierten a esta novela en un coro de voces con distintos registros que muestran la audacia de Roberto Bolaño para crear polifonía. Narradores con un deseo de narrar tan fuerte que cada uno podría contar toda la historia si le dieran el permiso de hacerlo.

Es inevitable hacer el guiño de esta obra con otras importantes de la literatura. Toda gran obra necesariamente es eco de predecesoras. La primera con la Odisea, que nos muestra el viaje de Ulises por diferentes lugares y sus dificultades para regresar a Ítaca. Por algo, Roberto Bolaño le puso el nombre a la segunda parte del libro como “Estructura de Polifemo”. Alude al gigante que se quedo ciego porque Ulises le clavo una astilla en el ojo, entonces tiene que usar el tacto para vigilar que sus prisiones no se vayan de la cueva. De igual manera los lectores somos como ese gigante que nunca podemos ver a los personajes principales y lo único que podemos hacer es palparlos mediante los relatos que los otros elaboran sobre ellos.

Con el Quijote de la Mancha. La sensación de movimiento tipo aventura, en la que no hay un plan fijo sino que se va andando y en el camino mismo suceden varios encuentros con personajes que van hablando y narrándose así mismos. Hay una similitud en varias escenas. La primera es cuando Arturo Belano desciende por la cueva igual que el Quijote en la cueva de montesinos, o el duelo que tienen a orillas del mar de Barcelona entre Arturo Belano e Iñaki que asemeja al de Don Quijote con el Caballero de la blanca Luna.

Con Pedro Páramo la se semejanza en estructura es muy similar. Primero hay un relato en primera persona de Juan Preciado con el que entramos a la historia pero luego aparecen múltiples voces que fragmentan el relato y lo complejiza. ¿Se acuerda de la escena en que los personajes comienzan hablar en el cementerio? La voz de Susana, de Eduviges…y empieza el cuchicheo….imagínese esa escena multiplicada por veintiún narradores a lo largo de quinientas páginas. Eso es los detectives salvajes.

La novela es genial porque mezcla humor, intriga, erotismo, a su vez es hace una historiografía de las vanguardias de la literatura latinoamericana del siglo veinte. Mostrando cómo funcionan sus mecanismos de inclusión – exclusión, sus maneras de generar continuidad –discontinuidades, canon y periodización. Nos cuenta la historia de una vanguardia no desde el aburrido discurso oficial de los libros de historia, sino desde el discurso visceral de sus precursores.

Esta obra de más de seiscientas páginas tiene algunos momentos de fatiga para el lector. Los relatos de Mary Watson, Heimito Könst o Edith Oster podrían fácilmente saltarse o haberse prescindido de ellos. Sin embargo, al igual que el Quijote con su Curioso impertinente e Historia de un cautivo, están allí como una historia dentro de la historia que uno tolera en función de la historia total.

Los detectives salvajes está escrito con un lenguaje sencillo. No se encuentran frases ampulosas o grandilocuentes. Pues no se escribió desde el realismo mágico sino desde el realismo visceral. Es una obra que muestra que todavía existen nuevas maneras de contar Latinoamérica, nuevos relatos emergentes que están por contarse. Ya no hay necesidad de contar esas aldeas míticas tipo Macondo, Santa María o Comala. Aquí la aldea se vuelve global y urbana…glocal.

Tendré que confesar que al terminar de leer el libro me volví un zombi, que mecánicamente viajó hasta los libreros de la quince con octava, allí pregunte “¿Oiga tiene más libros de Bolaño?” Compré: La estrella distante, La Literatura Nazi en America y llamadas telefónicas.

Es verdad que Roberto Bolaño es un fenómeno mediático, una leyenda, un irreverente…lo que sea que digan… pero ante todo fue un gran escritor. Releeré Los detectives salvajes varias veces de ahora en adelante.

viernes, 1 de mayo de 2009

Yo KISSE conocer a KISS y lo logré - No todos los días se conocen rockstars

1. INTERIOR HOTEL SHERATON BOGOTA RESTAURANTE NOCHE – PLANO MEDIO –

Carlos Rodríguez está sentado a dos mesas de Tommy Thayer y Paul Stanley quienes están comiendo rebanadas de pavo. Carlos pide una copa de vino al mesero para disimular que es un huésped y no lo saquen del hotel. Carlos saca de los bolsillos las portadas de su CDS Dynasty, Platinum y un Sharpie verde. El mesero se acerca hasta él.

MESERO: Señor veo que tiene unos CDS, déjeme decirle que el guarda seguridad de la banda KISS nos ha pedido que por favor nadie los moleste.

2. PRIMER PLANO – CARA DE CARLOS

CARLOS RODRIGUEZ: No se preocupe soy incapaz de molestarlos, yo esperaré a que terminen de comer y los buscaré.

El mesero sirve el vino, el cual Carlos comienza a tomar con nerviosismo. Lo hace lentamente porque no tienen más dinero para pagar otra copa.


CARLOS RODRIGUEZ (EN OFF) Mierda tengo a dos integrantes de KISS a dos mesas mías, cómo hago para no trasparentar la emoción fanática que me invade en este momento. Si se me sale la emoción me echan del hotel.

3. PLANO AMERICANO SOBRE CARLOS Y PAUL STANLEY

Paul Stanley ha terminado de comer, se levanta de la mesa, un gordo canoso se levanta con él. Carlos también se levanta y lo sigue por el pasillo de salida del restaurante, lleva en sus manos sus CDS y el Sharpie.

CARLOS RODRIGUEZ: Paul, Paul, welcome to Colombia, thank you for coming.
PAUL STANLEY: No photos.
CARLOS RODRIGUEZ: Please Paul... Please Paul
PAUL STANLEY: No photos. Sorry.

En ese momento aparece una señora muy elegante pero con pinta de mamá, lo abraza y le pide una foto.

PAUL STANLEY: Ok with her but no more.
CARLOS RODRIGUEZ: Please Paul with me.

En ese instante el gordo carnoso con pinta de gringo extiende sus brazos y separa a Carlos de Paul, quien continúa caminando por el pasillo y se aleja hacia el ascensor.


- Esta escena esta muy pobre -dice el director- tenemos que añadirle más conflictos, sino el espectador se va aburrir con esos diálogos tan flojos de Carlos.


- No se le puede añadir nada más -le dije al director- porque lo que viví no fue ficción cinematográfica.


Yo kisse conocer a KISS y lo logré. Aunque en esta ocasión Paul Stanley no quiso atenderme. Esto me confrontó con un antiguo recuerdo. Hace seis años me encontraba estudiando ingles en un pueblo de Nueva York llamado Ithaca. Al transcurrir mi primera semana en el pueblo me enteré de que en la ciudad de Buffalo, a tres horas de Ithaca, se presentaba KISS. Lo veía muy fácil. Pero al llegar a la estación de bus Greyhound me fue entrando ese miedo sorriainoespikiveriguel. La verdad es que no creí en mi. Por culpa de ese miedo, me entró una parálisis que me atajó. No fui a ver a KISS. Nunca me lo perdoné. Para consolar mi frustración me compré la colección de los muñecos de KISS. Igual con muñecos y todo. Me sentía terriblemente mal. Nada podia ayudarme a superar mi miedo.
El día 10 de Marzo en el hardrock Café de Bogotá, anunciaron oficialmente que KISS iba a venir al país. Al conocer semejante noticia vinieron a mi mente varios flashbacks: mi pasión por el hardrock ochentero, mis compañeros del colegio diciendo “esos manes matan pollitos en el escenario”, yo a los quince años intentando sacar con mi guitarra eléctrica “God gave rock and roll to you”, mis muñecos de KISS, mi gran frustración por haberme perdido el concierto en USA en el 2003. El concierto de bogotá se convirtió en una revancha. La vida me dio una segunda oportunidad. Ir al concierto de KISS era suficiente para consolar mi terrible frustración. Conocerlos en persona era demasiado. ¿Cómo los conocí? Una fuente secreta me sopló que KISS se iba hospedar en el Hotel Sheraton que llegaban tal día y a tal hora. Resulta que el hotel queda a 10 minutos de mi casa. Así que me fui caminando hasta él. La estrategia era la siguiente: disfrazarme de parroquiano, no aparentar ser fanático, llegar dos horas antes, y caerles para que me firmaran cds, poster y tomarme fotos con ellos. Efectivamente a las dos horas de estar en el hotel, la policía hizo tres cinturones de seguridad alrededor del mismo. Ya no dejaban entrar a nadie. Sentado desde el cómodo diván del lobby veía como decenas de fans de KISS luchaban por entrar y se pegaban al vidrio de la puerta. A mi me provocaba sacarles la lengua a lo Gene Simmons.
Me encontré con tres fanáticas de KISS y ya no había nadie más en el hotel. Solo éramos cuatro fans, KISS y todo el Hotel para nosotros. La cuestión era esperarlos a que llegaran por el Lobby. El avión privado de KISS llegó a las 6:00 pm. Poco a poco fueron arribando al hotel: técnicos, asistentes, gente de logística. Cada vez que se abría la puerta de vidrio, crecía mi emoción por encontrarme al mismo Gene Simmons sacándome la lengua. Pero nunca llegaron. La razón, por cuestiones de seguridad, el furgón de ellos llegó directamente al parqueadero del hotel y de ahí se subieron por el ascensor hacia los tres pisos que habían reservado.
Creí que no iba a conocer a KISS, pero me dije: "I didn't know that I could do...I just needed to believe in me" Elder (1981). Una vez el miedo me paralizó, no lo volvería a permitir...ahora ya estaba empezando a creer en mi. Así que ya estando en el hotel me puse en la tarea de caminar todas las áreas comunes, con la esperanza de que en algún momento salieran de sus pisos y me los encontrara. Así fue como llegué al restaurante y me topé con Paul Stanley y Tommy Thayer. Ya saben: Paul no me quiso atender, y bueno Tommy me firmó cds, poster y permitió que me tomara fotos con él.
Pareciera que aquí finaliza la historia, pero entonces surge la pregunta ¿Cómo conocí a Gene Simmons y a Eric Singer? La respuesta se divide en tres segmentos: Frustración, suerte y aventura. Mi contacto, un informante de primera mano, iba a estar en el Meet and Greet, que es una reunión privada entre quince fans con los miembros de KISS. Esta reunión se hace antes del concierto y ellos se dejan tomar fotos y dan autógrafos. Yo le entregué mis cds a esta persona para que me los firmara. Al otro día de terminar el concierto, yo llamé a mi contacto para preguntarle cómo le había ido con la firma mis de cds. Él me dijo “no pude firmar nada, los de seguridad no nos dejaron sino tomarnos una foto con ellos y ya” Yo dije: “que pesar, ni modo”. Pero esta persona añadió “Si querés anda al hotel, van a salir a la 1:00 PM y proba suerte”.

Eran las 11:30 AM del domingo y decidí probar suerte. Me disfracé de parroquiano antikiss, tomé un taxi para llegar como húesped y entré. En el Lobby se encontraba Fernando Narváez, (Máximo fan de Kiss en Colombia, creador de la banda KISZ que le hace tributo a KISS), Eduardo que es un fan y Diana Rockombia. A los pocos minutos bajó al Lobby Eric Singer a hacer el Checkout. Aproveché, me tomé fotos y firmé mis cosas. Pero faltaba Gene y Paul… quienes son los principales integrantes de KISS ¿Será que ellos también iban a hacer lo mismo? No, era obvio, son rockstars. Sin embargo, esperábamos a que bajaran. Al poco tiempo llego la policía e hicieron los respectivos anillos de seguridad. Ya estaban por irse. En compañía de cinco fans decidimos que teníamos que esperarlos en el sotano del garage, al lado de su camioneta blindada. Al llegar allí, la policía nos sacó por obvias razones de seguridad y nos llevaron al Lobby.
En este punto parecía que ya no teníamos nada que hacer. Pero recordé la canción de KISS "I just needed to believe in me". Entonces le dije a Fernando-Gene-Simmons-Colombiano: ¿Qué hacemos Fernando volvemos a bajar al garage? Él nos dijo “Pues si ya lo intentaron y los sacaron qué mas pueden hacer”. Yo le dije “pues yo lo vuelvo a intentar y si me sacan del hotel, pues al menos quemé mi ultima papeleta”. Además sabía que nunca más volvería a tener esta oportunidad de tenerlos tan cerca. Así que con mucha determinación y seriedad le dije a Fernando-Gene-Simmons-Colombiano: “Lo voy a volver a intentar”. Él me miro con incredulidad pero luego con infinita aceptación me dijo estas palabras que jamás olvidaré: “SIGUE TU INTUICION KISS”.

¿Qué siga mi intuición KISS? ¿Existe una intuición Kiss? En dado caso de que existiera, podría decir además ¿Existe una emoción tipo KISS? ¿Un pensamiento KISS? ¿Una forma de hacer el amor tipo KISS?

- SIGUE TU INTUICION KISS
- ¿Qué cosa Fernando? –lo miré incrédulo.
- Que sigas tu intuición KISS.

Y la seguí porque esta vez si creía en mí. Fernando era Huésped del hotel. Nos dijo a mi y a Eduardo, otro fan de KISS, que él nos llevaba de nuevo al garage con algún pretexto tipo “Necesito ir a mi carro”. Al llegar al ascensor, la niña que lo maneja nos dijo que estaba bloqueado que si necesitábamos ir al garage tendríamos que hacerlo por la escalera. Fernando nos llevó a la puerta de la escalera y nos dijo a mi y a Eduardo “suerte muchachos”.
Eran las 12:55. KISS estaba por bajar al garage. Resulta que las escaleras no eran las típicas escaleras de emergencia. Era una especie de lugar para dejar escobas, trapeadores y basureros. Húmedo, con olor a polvo, un solo bombillo colgado en una cuerda lo iluminaba todo. Bajamos por allí. Cuando nos dimos cuenta que ya estábamos en el piso del garage ubicado en el sotano le dije a Eduardo: “No salgamos de aqui porque nos vuelven a sacar al Lobby”. Abrí ligeramente la puerta, y una pequeña línea de luz me dejaba entrever con dificultad el anillo de seguridad conformado por policías. Le dije a Eduardo: “que suerte tenemos estamos justo al lado del ascensor”. Por esa delgada línea de luz estábamos espiando. Y nuestro corazón bombeaba sangre y adrenalina. Ya era la 1:00 PM.

En algún momento, sin el más previo aviso, se abrió el ascensor y salieron todos los miembros de KISS rumbo a la camioneta que los llevaría al aeropuerto y de allí a Lima y después saldrían directamente a la tierra del-nunca-jamás-los-volveré-a-tener-tan-cerca. Le dije a Eduardo: “salgamos ya”. Y abrimos la puerta. En ese instante, el tiempo me pareció lento y espeso. Mis pasos me llevaron a tientas hacia ellos. Me sentí ebrio por algun tipo de licor que jamás había bebido. Sin embargo, la primera sorpresa que me llevé fue que todos los policías inmediatamente salieron los miembros de la banda, sacaron de sus chalecos: CDS, muñecos, libros, objetos, cámaras digitales y se les acercaron como cualquier fanático. Era obvio que no nos iban a sacar de nuevo. Mi motricidad estaba totalmente descoordinada. No se cómo llegué hasta Paul Stanley, y esta vez si me atendió y me firmó mi póster. Luego caminé a tientas hasta Gene Simmons le dije a Eduardo que me tomara una foto con Gene. Eduardo estaba tan nervioso que sacó la cámara de su bolsillo y se le cayó al suelo. Le dije a Gene “Wait a minute”. Eduardo recogió la cámara y me tomó la foto.“thank you Gene”, él me respondió “you welcome”.
A la 1:00 pm salió la camioneta. Y yo me sentí otro después de esta experiencia. Lamentablemente la foto con Gene Simmons no salió porque al caerse la cámara se desajustó un botón y no la tomó. No importa. En ese momento, allí en el garage del Sheraton, rodeado de policías, al lado de Eduardo, con mis cds en las manos y mi póster, me di cuenta de que si existe una intuición KISS, que es tan real como un ladrillo, el sol o un balde de agua fría. Jamás abandonaré este tipo de intuición. De ahora en adelante, la utilizaré para tomar algunas de las decisiones más importantes de mi vida.

Y así conocí a KISS en persona. Una de las bandas más importantes de la historia del rock. Y La intuición me llevo hasta ellos porque "I belive in me" The Elder (1981). Darle click a la foto para que vean los autográfos

domingo, 29 de marzo de 2009

El desparpajo que Kusturica y su orquesta nos dejó en Bogotá


Se trata de una música compuesta por un tal Melquíades. Versiones dicen que cuando éste viajó por el mediterráneo y los Balcanes, era conocido en esas tierras como Emir Kusturica. Vino a Colombia porque es un gitano. Nos trajo un inmenso imán conformado por guitarras, batería, acordeón, saxofón, trombón y violines. Al arrastrarlo por la tarima del escenario, su magnetismo hizo que volaran hacia él, todas las emociones perdidas de la niñez y de la locura. Esas mismas que se habían extraviado hace tanto tiempo por la tiranía de la razón y el impulso omnívoro del control. El pecho de los asistentes al concierto, se fue descosiendo hasta quedar abierto en una inmensa herida. Con cada canción volaban y volaban emociones hacia la tarima. Cuando sonó Unza Unza, alguien encontró la alegría que se le había perdido en la monotonía de su vida. Otros al escuchar Pitbull terrier, reconquistaron su libertad. Algunos al escuchar Was a romeo a jerk reencontraron el amor sonámbulo que se diluye en las noches.

Downtown Majestic era entonces un antiguo teatro de cine que se convirtió en el set de varias películas de Kusturica. Todavía lo recuerdo. Al sonar Bubamara, me convertí en Luka pero no encontré a mi Sabaha. Así que tuve que hacer la escena en que ruedan juntos por el despeñadero de la montaña, girando en solitario como un trompo. De repente, sonó Evergreen y las mujeres más bellas de Bogotá ascendieron al techo del teatro. El guitarrista, vestido de mago, hacía girar su guitarra, parecía una roseta. El día que me llevaron conocer un concierto de Kusturica, pusieron un inmenso arco de violín de muchos metros sostenido por dos mujeres. El violinista Dejan Sparavalo y el guitarrista Emir Kusturica tocaron sus instrumentos rozando sus cuerdas contra el descomunal arco.

Mucho tiempo gitano después cuando me encuentre frente a mi muerte diré que la música de Kusturica es más que música. Es uno de los más extraños túneles por los que podemos salirnos del mundo y descargar el fardo que encorva nuestras espaldas.

ESPERANTO IS “LIKE A ROLLING STONE”


Cuentan que en otro tiempo existió la televisión en blanco y negro, la dimensión desconocida, un festival de rock llamado Woodstock, los vinilos, el teléfono de rueda, los Beatles. Pronto, ese mundo se desvaneció en cenizas y nostalgias. ¿Cómo se siente uno cuando su hogar en el mundo ha cambiado? Bob Dylan nos responde con el coro de su canción más conocida: Like a Rolling stone. Federico Esperanto rueda como una piedra por un mundo habitado por la televisión satelital a color, los cd´s, Nirvana, los minimarkets de 24 horas, Internet. En ese rodar, Esperanto busca encontrar su nueva residencia en la tierra. En el lapso de una semana, el libro de Fresán nos muestra el vaganbudear de Esperanto por Buenos Aires de los noventas. El tiempo es crucial e intenso en esta novela. Porque en esa semana asistimos al descubrimiento de toda su vida. Cada día nos revela el desmoronamiento que lo exilia de los otros.

Y es que el mundo interior de Esperanto está desencajado. El cambio de época y su pasado lo apretujan contra la impotencia y la incomunicación. Su única sensación de libertad está en decir -Nadie me entiende-. Con esas palabras conjura los fantasmas de sus perdidas que lo visitan y revisitan en cada cotidianidad: un padre ausente, una madre frívola, un hermanastro indiferente, un tío muerto, una esposa con tendencias suicidas, su hija muerta, Videla y los desaparecidos. ¿Recuerdan el personaje de Kevin de la serie The Wonder Years? Esperanto es nuestro Kevin, que va desandando los recuerdos en blanco y negro de su pasado de los setentas para encontrar una clave que le permita volver a encajar con la vida. What would you think if I sang out of tune? canta Joe Cocker en la célebre banda sonora de la serie televisiva. Lo mismo podría decir Esperanto quien en su vida adulta canta fuera de tono: reemplazó las canciones de rock de su juventud por un puñado de jingles publicitarios.

La desaparición y la ausencia alienan la vida de Esperanto. Para recobrar el eje de su vida, contará con la amistad de su amigo de la juventud, la relación con su psicoanalista, el rock de los Beatles. Tendrá una semana para reescribir la trama de su vida. El Esperanto es el idioma artificial creado por Ludwig Zamenhof que busca la comunicación entre la humanidad. No es casual este nombre en el protagonista, ya que de igual manera, Esperanto está a la espera de poder comunicarse. Primero consigo mismo, y luego con las personas que hacen su mundo. Esta espera nos recuerda este pasaje de Esperando a Godot de Samuel Beckett:

Vladimir: Y ahora ¿Qué hacemos?
Estragón: Esperar.
Vladimir: Sí ¿pero mientras…?

Ese mientras en la novela escrita por Fresán, corresponde a una espera que no es un tiempo vacío sino cargado hacia la posibilidad de que Esperanto deje de ser una piedra que rueda en el camino. Se reinvente su lugar en la vida.

Estragón: Siempre inventamos algo que nos produce la sensación de existir. ¿No es cierto, Didi?
Vladimir: Claro que sí, claro que sí. Somos magos…